Los contenidos, nos dicen, son lo fundamental. El marketing necesita buenos argumentos para convencer. De ahí que siempre sea objeto de trabajo conseguir esos contenidos que capten la atención de los potenciales clientes. Hoy eso implica, claro está, competir con cientos de miles de mensajes. Cada cual reclama su momento de gloria, pero pocos son los que consiguen impactar.
Por otra parte, en las redes sociales y en Internet en general cada vez se despliega mayor capacidad analítica. Sin aparente intervención del humano, son muchas las herramientas que nos dicen: deja en mis manos la generación de contenido. Es decir, en vez de que sea una persona la que genera contenido, la que selecciona qué puede ser relevante y qué no, eso mismo lo pueden hacer las máquinas.
No es de extrañar que se nos sugiera que abandonemos la labor “manual” de manejar contenidos porque la labor cada día requiere más y más esfuerzo. Así que, ¿por qué no dejar que sean las propias herramientas las que generen y analicen los contenidos? Es una tentación que está ahí y en la que es muy fácil caer. ¿Cuánto del contenido que consumimos es generado por máquinas y cuánto por humanos? Me temo que cada vez habrá más del primero. Herramientas como Hootsuite nos lo recuerdan casi todos los días.
Siguiendo esa lógica, ¿no acabaremos delegando en las máquinas también el filtrado de los contenidos? A fin de cuentas si quienes lo generan son robots, ¿por qué no usar también robots para la labor de selección?
¿Es este el futuro al que nos vemos abocadas? ¿Cada vez más contenido de robots a robots y menos de humanos a humanos? Supongo que habrá un justo medio, pero la tentación de sucumbir al contenido-máquina cada vez es más fuerte.